«[…] ¿No es acaso una lucha la vida del hombre sobre la tierra?» (Job 7:1 NBLA).
Este lamento de Job, pronunciado hace siglos, sigue siendo una verdad vigente en nuestro mundo moderno. La vida, tal como Job la describe, es una batalla constante. Al observar las noticias, es fácil percibir la lucha por la supervivencia, los conflictos bélicos, la violencia en las calles, y las innumerables injusticias que enfrentan millones de personas cada día. Sin embargo, detrás de todas estas manifestaciones visibles de caos y sufrimiento, se oculta una realidad espiritual que influye en nuestras vidas: la batalla espiritual.
Esta batalla tiene su origen en el conflicto eterno entre el bien y el mal, entre Dios y las fuerzas malignas que se oponen a su voluntad. La Biblia es clara al señalar que nuestro enemigo no es simplemente humano, sino espiritual. Efesios 6:12 nos recuerda que nuestra lucha “no es contra carne ni sangre, sino contra principados, contra potestades, contra los poderes de este mundo de tinieblas, contra las huestes espirituales de maldad en las regiones celestiales”.
Pero ¿cuál es la naturaleza de esta batalla? En lo más profundo, es una guerra por las almas. El enemigo, Satanás, busca destruir la imagen de Dios en el ser humano y alejarlo de su Creador. A través de la tentación, la mentira y la opresión, él intenta desviar a las personas del camino de la verdad. Esta lucha no se limita a los confines de la iglesia o a los cristianos, sino que afecta a toda la humanidad. Los estragos de la guerra, la violencia y la opresión son, en muchos casos, el resultado de su influencia destructiva.
Sin embargo, los creyentes tienen un papel crucial en esta contienda. No podemos ser espectadores pasivos. Aunque esta lucha espiritual puede parecer abrumadora, Jesús ya ha vencido en la cruz. Como seguidores de Cristo, estamos llamados a resistir al enemigo con las armas que Dios nos ha dado: la fe, la oración y la Palabra de Dios. No se trata solo de reconocer que la vida es una lucha, sino de enfrentarla con la convicción de que, en Cristo, tenemos la victoria asegurada.
Job expresó su dolor en medio de su lucha, pero al final, comprendió que Dios tiene el control. Así también, en nuestra batalla espiritual diaria, podemos confiar en que Dios está con nosotros y nos fortalecerá en medio de cualquier adversidad.
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Dr. Gerrit Vreugdenhil, Guerra Invisible, Cartago (Colombia: Presencia Ediciones), 2024