El sábado 26 de abril de 2025, los Países Bajos se vestirán de naranja para celebrar el Día del Rey. Celebraremos el cumpleaños del rey Willem-Alexander con mercados callejeros, música y festividades. Un mes después, el jueves 29 de mayo, los cristianos recordarán el Día de la Ascensión: el momento en que Jesús, después de su resurrección, regresó al cielo. Dos días distintos, pero con una conexión más profunda: el reconocimiento del reinado.
El Rey de otro reino
Los reyes terrenales son coronados con esplendor. La coronación de Jesús consistió en una corona de espinas y una cruz. Sin embargo, Él es Rey, no de un reino temporal, sino de un reino eterno. En Filipenses 2 leemos que, tras su muerte en la cruz y su resurrección, Dios le concedió "el nombre sobre todo nombre". La Ascensión marca el momento en que Jesús no sólo regresa al Padre, sino que también es exaltado como Señor del cielo y de la tierra.
Ascensión: entronización de Jesús
La Ascensión no es una despedida, sino una inauguración. Salmo 24 lo describe como una entrada real.
"¡Levantad la cabeza, oh puertas, y alzad, puertas eternas, para que entre el Rey de honor!".
El cielo se abre y Jesús es recibido como Rey. Los ángeles se regocijan, la sala del trono celestial se llena de alabanzas.
¿Qué significa eso para nosotros?
El Día del Rey nos recuerda a nuestro monarca terrenal, pero el Día de la Ascensión nos señala a nuestro Rey celestial. Jesús reina—ya, en este momento. En medio del caos y la incertidumbre, podemos tener la certeza de que hay Alguien en el trono. Su Reino viene, y Él nos invita a ser parte de él desde ahora.
Fiesta en el cielo
A primera vista, el Día del Rey y el Día de la Ascensión parecen no tener mucho en común. Pero si miramos más de cerca, descubrimos una conexión profunda. Porque un mes después de honrar a nuestro rey terrenal, celebramos la ascensión al trono del Rey Celestial. Y esa ascensión nos convierte en ciudadanos de un Reino que jamás pasará.